El discurso inaugural de Daniel Noboa se presentó como una apología al cambio. La idea de lo joven está adosada a lo nuevo, idea que se ve contrastada con la derecha, concepto ya instaurado en el imaginario político de los ecuatorianos.
La narrativa está destinada a una nación que sangra y que necesita medidas urgentes en lo social, lo económico y lo político. Aquellas rencillas políticas libradas en los últimos periodos de la Asamblea Nacional o el monotema de Twitter: izquierda/derecha, no resuelven las dificultades que representan vivir en un país que no tiene un mínimo estándar de legitimidad estatal.
En este sentido, la retórica de Noboa parece alentadora; el llamado al diálogo implica escuchar al otro y llegar a acuerdos con los otros, en un sentido democrático y justo. Así lo mencionaba Levinas: “cerrarse a la experiencia del cara a cara en la que el otro no funciona como tu familiar e íntimo, sino como una humanidad que necesita el rostro que nos exige justicia”
Es así que, el discurso presidencial no es el discurso manejado por una derecha provocadora o incendiaria; está vinculada con lo joven, el diálogo y el olvido de las revanchas pasadas: “A muchos les costará encasillarme en viejos paradigmas políticos o ideológicos”, dice Noboa.
Este diálogo encerrado en un ambiente que podría ser de las izquierdas progresistas puede caracterizar también a las nuevas derechas. Norberto Bobbio reflexionó sobre este tema: «lo que es de izquierda lo es con respecto a lo que es de derecha». Es decir, la izquierda y la derecha pueden compartir puntos en común, aún si son temas progresistas o conservadores. Sin embargo, en este punto quiero hacer hincapié en que Bobbio no se refería a esa deleznable utilización de la política tradicional ecuatoriana en cuanto a términos como izquierda, derecha, progresismo, etc.
Si bien el nuevo presidente quiere alejarse de los antiguos paradigmas, me hubiera gustado escuchar una retórica con un mayor enfoque en derechos. Y sí, entiendo el pragmatismo, pero también entiendo la importancia del discurso, —en un pleno sentido postestructuralista—, la importancia de esas palabras que se dicen y las que se omiten, sobre todo en un Estado cuya porosidad ha permitido los altos índices de violencia que vivimos. Una violencia estructural que abarca desde la violencia de género hasta la penitenciaria.
En medio del desasosiego que nos embarga a todos los ecuatorianos, doy mi voto de confianza al presidente Noboa y a la nueva Asamblea, sólo el tiempo nos dirá.
Deja una respuesta